La inmensidad




Abro los ojos y veo la inmensidad, se mezcla el cielo con la tierra en diferentes tonos de celestes y blancos. Bajo la mirada y veo mis pies, veo como se empiezan a hundir en esa arena blanquecina que en su superficie es cálida, pero a medida que voy cavando con los pies se vuelve cada vez más y más fría. 

Vuelvo a cerrar los ojos para sentir con más intensidad. Ahora puedo apreciar el olor, ese característico aroma a sal. Esa extraña mezcla de sustancias químicas naturales de los peces, las rocas mojadas, las células microscópicas de las algas, y más sal. De repente siento que mi alma se traslada, es más liviana y siento como se despega de mi cuerpo. Puedo sentir las cosas más finas. El aire que casi no corre, el ruido de las aves que pasan en busca de comida. Puedo sentir el color de los rayos del sol en mi cara, como nutre mi cuerpo y pelo. Puedo sentir cómo ese calor penetra por mis poros llenándome de vida y de energía. De repente un ruido feroz me trae, abro los ojos asombrada. Es increíble cómo miles de millones de moléculas de hidrógeno combinada con oxígeno y minerales se vuelve una gran maza de agua que rompe sobre rocas de diferentes tamaños en una orilla lejana, que se siente, al mismo tiempo, cerca. 


Doy mis primeros pasos con sentimientos encontrados, miedo y alegría. A medida que avanzo, mis pies van tocando el agua. La arena pegada en mis dedos empieza a mezclarse invisiblemente con la inmensidad del agua, desapareciendo sin aviso. Al primer contacto mi cuerpo se estremece, hace frío. La emoción es indescriptible. La piel cambia su estado, los vellos se erizan. Aunque ya haya estado ahí es todo nuevo, ni él, ni yo, somos los mismos. Intento llenar los pulmones de aire, pero no puedo. La respiración es superficial, es la respiración típica de la ansiedad, de lo desconocido. Me falta el aire. 


Cierro los ojos y vuelvo a predisponerme a sentir. Doy unos pasos más. Noto como el agua empieza a cambiar, ahora se siente más cálida. Tengo medio cuerpo sumergido y percibo como las ráfagas cálidas y frías del agua se mezclan generando sensaciones extrañas entre mis piernas. 


De repente desaparezco, me siento más confiada, soy parte de esa inmensidad. Y me hundo. Decido abrir los ojos, la luz pasa por aquella cortina de agua que me separa de la superficie. Veo cómo los rayos de luz se fraccionan, ahora puedo tocarlos. 


Mis pulmones necesitan sacar aire, y empiezo a exhalar lentamente. Disfruto de las burbujas que a medida que ascienden van desapareciendo, me doy cuenta de la fragilidad de la existencia. Mueren sin saberlo, se van, cambian. Es como una explosión de liberación. Me quedo sin aire, pero no me molesta. 


Todo es tan familiar, tan pacífico. 


No hay lugar para pensar. El tiempo se ha detenido, y lo disfruto. Junto con el tiempo también se detuvieron mis pensamientos. Doy gracias por eso. 


De repente todo cobra sentido porque no hay nada más. 


El tiempo se detiene y soy yo. 


La inmensidad del mar, y yo.  

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